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Breve revisión de los conceptos de Principio de Placer y Principio de Realidad en la obra de Sigmund Freud.

Por Lic. Alberto Pech
Breve revisión de los conceptos de Principio de Placer y Principio de Realidad
en la obra de Sigmund Freud.
Por Lic. Alberto Pech

Según consigna Strachey , Freud utiliza por primera vez el término “principio de realidad” en “Formulaciones acerca de los dos principios del acaecer psíquico” (Freud, 1911b). Por su parte, el otro principio que regula el funcionamiento del aparato psíquico, el “principio de placer”, ya había sido formulado con anterioridad , pero se había referido a él como “principio de displacer” (cf. Freud 1900a). En ese artículo Freud intentará estudiar y sistematizar las relaciones existentes entre estos dos principios reguladores del funcionamiento anímico, teniendo también en cuenta las conexiones que ellos poseen con la fantasía.

Freud comienza este trabajo preguntándose acerca de la relación del hombre con la realidad. En general tanto el hombre normal como el neurótico, tratan de evitar aquello que sea desagradable, también la realidad objetiva puede estar incluida dentro de aquello desagradable que debe ser evitado. El paradigma de este proceso, de evitación de lo desagradable, es la represión, ella asimismo constituye el mecanismo prototípico de los otros medios de defensa que adoptará el yo para ahorrarse o evitar el displacer. Lo placentero aparece vinculado con la reducción o cancelación del estímulo y lo displacentero con su aumento. Respecto de los pacientes psicóticos cabe una aclaración, las alucinaciones de estos pacientes son una forma extrema de evitar una realidad desagradable o insoportable, en este caso lo que hacen es “deformar” la percepción en una medida tan grande que nos hace pensar que han creado una realidad nueva, que se adapta de una mejor manera a lo que ellos pueden tolerar.

La aspiración a la ganancia de placer es una tendencia primaria del aparato psíquico, esta tendencia estaría regulada por el “principio de placer”. La expresión más acabada de un aparato regulado, casi exclusivamente, por este principio lo constituye un lactante. Este, al sentir la urgencia por satisfacer sus necesidades, por ejemplo el hambre, va a llegar al extremo de alucinar el cumplimiento de la misma pero sin llegar a la satisfacción real; siguiendo con el ejemplo del hambre, el niño alucina con un pecho que le da la leche que él necesita. Así calma la exitación por un tiempo, luego del cual necesitará de la satisfacción real de esta necesidad. Para liberarse de la tensión este aparato deberá dirigirse al mundo real y procurar allí cancelar este estado de tensión. Es en este momento en donde interviene el principio de realidad, aquí la satisfacción ya no se busca de manera directa sino a través de rodeos, postergando así la satisfacción en función de la realidad. A medida que este proceso se repite en el tiempo el niño va aprendiendo a tolerar la frustración, también aprende que la necesidad será satisfecha, más tarde o más temprano, por los padres o quienes estén a cargo de su crianza. Finalmente aprenderá que le conviene esperar ya que la gratificación que proviene de la realidad será mejor y mayor que la alucinada. Este proceso está plagado de marchas y contramarchas, ya que aun en los adultos el aparato psíquico sigue buscando el mínimo gasto de energía y se aferra a las fuentes de placer, esto hace que cada vez que deba renunciar a ello deba enfrentar un duelo. Cada una de estas crisis va a detonar una lucha entre el principio de placer y el principio de realidad.

El principio de realidad también procura el placer pero ya no dejando de lado a la realidad sino teniéndola en cuenta, es decir que el aparato aprende a tolerar un cierto monto de displacer, o frustración, a cambio de lograr un placer que por un lado sea más duradero y por otro tenga en cuenta a la realidad y a sus exigencias. En la “22° Conferencia de introducción al psicoanálisis” Freud dirá: “ El yo así educado se ha vuelto <razonable>, ya no se deja gobernar más por el principio de placer, sino que obedece al principio de realidad...” . Este cambio forma parte del proceso de desarrollo del yo, digamos que éste nace “yo – placer” y debe advenir “ yo – realidad”. Más adelante, Freud (Freud 1915c), dirá que en el origen ya hay un “yo realidad inicial” (Freud 1915c, pág. 129) que, dominado por el principio de placer, se convertirá en el “yo placer” y no el “yo realidad”, en este estado narcisista inicial tanto las pulsiones yoicas como las sexuales encuentran su satisfacción en el autoerotismo, como este tipo de satisfacción no complace totalmente a las pulsiones se genera una perturbación, por vía de la frustración, que altera este estado inicial ideal. Así es como esta frustración inicial prepara al sistema para el ulterior desarrollo.

Freud dice que el aparato psíquico tiene una tendencia al ahorro de energía que: “parece exteriorizarse en la pertinacia del aferrarse a las fuentes de placer de que se dispone y en la dificultad con que se renuncia a ellas” (Freud, 1911b, pág. 226) esto se manifiesta en el fantaseo, que constituye una actividad del pensamiento que de alguna manera se sustrae al principio de realidad. Esta actividad se inicia en la infancia con el juego y luego continúa con los sueños diurnos de los adultos. El niño en el juego sustituye la realidad por una de su propia creación, si bien esta realidad “inventada” no pierde su apuntalamiento en la realidad efectiva. El adulto ya no juega, ahora fantasea, se ve urgido a hacerlo ya que le es muy difícil renunciar a un placer conocido. El motor, tanto del juego de los niños como de los sueños diurnos de los adultos, son los deseos infantiles, inconcientes e insatisfechos. Ellos también son el motor de la actividad onírica, de los “sueños nocturnos” (cf. Freud 1900a). Estos deseos que motivan el fantaseo están desfigurados en una medida similar a la desfiguración a la que son objeto los deseos que producen los sueños nocturnos. Freud agrupa los deseos pulsionales ocultos en la fantasía en dos grupos (cf. Freud 1908e, pág. 130) unos son deseos referidos a la ambición y otros son deseos eróticos, aclara que los deseos de ambición son mas propios de los varones y los eróticos de las mujeres, pero lo que encontramos con mayor frecuencia es que se presentan ambos entremezclados. Respecto de la relación entre la fantasía y el tiempo, nos dice que esta oscila entre los tres tiempos (pasado presente y futuro) y resume esta relación diciendo que: “el deseo aprovecha la ocasión del presente para proyectarse un cuadro del futuro siguiendo el modelo del pasado” (Freud 1908e, pág. 131). Las fantasías presentan aun otra característica importante, existe un fantaseo que podemos decir que es sano y otro que entra dentro de lo patológico, este último se da cuando las fantasías se hacen muy numerosas y poderosas, esto trae aparejado un progresivo alejamiento de la realidad y “(...) crea las condiciones para la caída en una neurosis o una psicosis (...)”. (Freud, 1908e, pág. 131). Dentro de lo que denominamos fantaseo “sano” hay una variedad que merece ser tenida en cuenta, esta es la creación literaria. Los escritores dan rienda suelta a sus fantasías en diferentes historias en medio de las cuales ubican a un personaje central, el héroe, que atraviesa por múltiples vicisitudes y sale triunfante al final. Freud entiende que este héroe encarna al yo que es “(...) el héroe de todos los sueños así como de todas las novelas.” . El proceso de creación literaria parte de una experiencia actual del novelista, que tiene por efecto el despertar una vivencia de su infancia, esta experiencia temprana va a proveer el deseo que buscará ser satisfecho en la fantasía bajo la forma de una novela, ella en sí misma va a contener tanto el germen de la experiencia actual como el del deseo infantil que procura su satisfacción.

Volviendo al desarrollo del yo digamos que este no se produce parejo ni sin pausas, ya que el avance no está exento de dificultades en cada una de las fases del desarrollo. Además este desarrollo se produce en dos líneas, por un lado las pulsiones yoicas y por otro las pulsiones sexuales. Estas últimas se distancias de las primeras ya que al principio “(...) encuentran su satisfacción en el cuerpo propio (...)” (Freud, 1911b, pág. 227), o sea bajo la forma del autoerotismo, luego pasando por diversos estadios llegan al “(...) amor de objeto al servicio de la función de reproducir la especie.” (Freud, 1911b, pág. 229). Las vicisitudes por las que atraviesan, tanto el desarrollo del yo, como el desarrollo libidinal cobran una importancia muy grande en la elección de la enfermedad, que estará determinada en gran medida por el “(...) retardo con que la pulsión sexual es educada para tomar nota de la realidad y, además, por las condiciones que posibilitan ese retraso” (Freud, 1911b, pág. 228).

En el mismo artículo (Freud, 1911b) el autor dice que estos dos principios -–principio de placer y principio de realidad – dominan los procesos primarios y secundarios, respectivamente. Freud vincula al principio de placer con la pulsión sexual y la fantasía, que son actividades inconcientes (proceso primario). Por otra parte relaciona al principio de realidad con las pulsiones yoicas y las actividades de la conciencia (proceso secundario). Otro concepto importante introducido en este trabajo (Freud 1911b) es el de “examen de realidad”, en principio dice que la atención tiene por función examinar con periodicidad la realidad a través de la percepción, más adelante (Freud, 1917d) adjudicará, más claramente, al yo el papel de examinar la realidad junto con la función de ejercer la censura entre los sistemas.

El desarrollo del aparato psíquico implica el paso del principio de placer al principio de realidad, sin embargo este último no anula al primero. El principio de realidad trata de asegurar la satisfacción acorde a la realidad externa. Por su parte el principio de placer va a continuar gobernando, junto con el proceso primario, al inconciente.

Como hemos visto ambos principios coexisten dentro del aparato psíquico y regulan la actividad de diferentes partes del mismo. Por este motivo, sumado al dualismo pulsional, podemos entender al conflicto como una oposición entre el yo (que trata de regular el funcionamiento del aparato de acuerdo al principio de realidad y el proceso secundario) y lo reprimido inconciente (que regula su funcionamiento según el principio de placer y las leyes del proceso primario).

BIBLIOGRAFÍA:

Freud, S. (1908e [1907]) El creador literario y el fantaseo. Obras completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1996, Tomo IX.

Freud, S. (1911b) Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico. Obras completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1995, Tomo XII:

Freud, S. (1915c) Pulsiones y destinos de pulsión. Obras completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1993, Tomo XIV.

Freud, S. (1917d [1915]) Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños. Obras completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1993. Tomo XIV.

Freud, S. (1916-17 [1915-17]) 22° conferencia, en: Conferencias de introducción al psicoanálisis. Obras completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1994, Tomo XVI.

Laplanche, J. y Pontalis, J: B. Diccionario de psicoanálisis. Editorial Labor, Barcelona, 1981.



 
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