Por Guillermo Altomano.
Este film reúne valores que permiten disfrutar viéndola. La estética desplegada en cada escena y fotografía; la música que acompaña el relato y lo realza; el guión que atrapa y mantiene expectante su desarrollo hasta la última escena y la excelente actuación del protagonista principal Geoffrey Rush. Quien nos tiene acostumbrados a brillantes interpretaciones, basta recordar su composición protagónica en Claroscuro.
La trama relata la existencia de un hombre dedicado al mercado del arte. Extremadamente minucioso, tanto en la dedicación a su actividad comercial, a los objetos de venta, como a los de su colección privada. Comprendida por pinturas de rostros femeninos de las cuáles disfruta la contemplación, a solas. Numerosos rostros que aluden a uno, la mujer, como objeto deseado y temido. En la contemplación encuentra placer sin riesgo. Hasta un día en el que una mujer enigmática se presenta en su vida. Esa vida tan controlada y calculada sufre un quiebre. La pasión y el amor hacia la mujer, que estaban sujetados en él, comienzan a tomar control descontroladamente de su vida. El desenlace de dicha relación es el enigma al cuál se enfrenta y disfrazado de mujer.